Lo único que me sorprende es que no me sorprende nada. Como si una parte de mi ya lo supiera aunque yo no sea consciente. Y nada me sorprende. Por muy sorprendente que sea.
Tampoco me creo la realidad. Es como si el mundo se hubiera confabulado para tomarme el pelo. Todo es un juego o una inmensa broma y, en cualquier momento, el mundo entero dirá:
¡Sorpresa!
Y entonces empezará la realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario