jueves, agosto 22, 2019

ESTOY

No era
Estoy
No seré

En el “Estoy” transcurre mi vida. La que tengo. No tendré otra. Puedo fantasear con otras encarnaciones, con vidas paralelas, con cualquier fantasía que haya imaginado un artista. Pero la realidad es que no tengo nada más que lo que me queda de la botella. ¿Está medio llena o medio vacía? Puedo mirar el pasado y pensar que si hubiera actuado de otra manera mi vida habría sido diferente. Pero no mejor necesariamente. Simplemente distinta… ¡y lo más probable es que entonces añorara la posibilidad de esta!
No me arrepiento de demasiadas cosas. Y de las que me arrepiento son cosas anecdóticas. Por lo tanto podría decir que no me arrepiento de nada. 
Dicho así queda muy mono, muy enrollado, muy… Pero no lo vivo así. Mi vida ha sido un ir y venir, una adaptación a algo que me venía grande. Mi formación, no la académica que también, sino la vital, no me preparó para lo que me encontré después. De hecho, tuve problemas de adaptación desde el principio. 
Tal vez desde el principio, no. Mientras estuve en la avenida Gaudí creo que tuve una integración con los niños de la calle muy buena. Nunca me sentí extraño. Fue cuando nos fuimos a vivir a Rubí que empecé a tener problemas de relación. No es culpa de nadie. O tal vez del sistema. Ahora habría tenido a alguien que me aconsejara. O tal vez no. El progreso, no sólo tecnológico sino también social, me parece a estas alturas una falacia.
Me pregunto muchas veces cual habría sido mi vida si hubiera tomado otras decisiones.  Y es un pensamiento, que aunque tentador, procuro evitar. No sirve para nada. 
Me queda lo que me quede. Y si de algo sirve el pasado es para estar preparado para el futuro. No para prevenirlo, sino para tener estrategias para ir capeando el temporal. Es una de las metáforas que veo en las corridas de toros: la vida es una bestia salvaje que te ataca y tú tienes que sortearla, y si lo haces con gracia te llevas el aplauso del público.
No quiero tener público a estas alturas. Todo el mundo lo tiene gracias a las redes sociales. Y la verdad es que prefiero preservar mi intimidad. 
Aunque esté escribiendo esto. 
Tal vez algún día intente aclarar esta contradicción. Pero en el siglo XXI, que viene después del XX donde los derechos del individuo y su intimidad eran un dogma religioso, la intimidad ya no existe. Y si la quieres, te la tendrás que trabajar. Como antes la revolución.
Soy un hijo de siglo XX.

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